miércoles, 14 de enero de 2015

A la acuarela


Me dijo que le gustaba porque no era agresivo, porque era un dibujo lindo y delicado. Uno de los personajes era tímido y el otro trataba de seducirlo ansiosamente, pero era sutil. Eso, me dijo, era lo que le gustaba.
Me preguntó si era acuarela. "Nop", canchereé, "es óleo aligerado, trabajado como acuarela". Habrá pensado lo que, con el filtro de los años, pienso ahora yo ("¿no es el mismo resultado, acaso?"). Pero fue delicado y no lo dijo. Qué lindo, me dijo. Me gusta, me dijo. Y fue afable, dulce y aterrador.

Me gusta porque ella no es agresiva como en tus otros dibujos. Eso me dijo. O sea que para él, la figura seductora era femenina. Si le cobraba a precio de terapeuta nuestras charlas, ¡me llenaba de guita!

Estaba bueno eso, que me hablara desde adentro, que se abriera, que me contara cosas que capaz no se animaba a contarle a nadie más. Que mirara mis dibujos y me hiciera esos comentarios que, más que de los dibujos, hablaban de él.

Extraño un poco eso. Un poco mucho.

El mundo ha perdido un poco de magia.

miércoles, 18 de julio de 2012

Fobia

Soy fóbica. Profundamente. Larvas, gatapeludas, orugas y gusanos. Los odio a todos. No puedo ni siquiera nombrarlos que siento que me suben por el cuello, ¡Ni hablar de ver una foto o una filmación! En vivo y en directo me dan ataque de pánico. (ya estoy sobándome la nuca y retorciendo la cabeza)
Sus movimientos me son absolutamente repugnantes. Me dan asco, miedo, pánico.
Los odio.


Hasta llegué a salir a la calle con una carpeta sobre la cabeza para evitar que me caigan encima, y dejé de hablarle por un tiempo a un amigo que tenía varias verrugas en el dedo índice y lo movía diciéndome "no parecen patitas de oruga?" (a él le recordaba su aversión por los batracios)


No sé qué pasó. La terapia no funcionó, veo uno y lloro. Y, sin embargo, me dio por dibujarlos. No de una foto (se me acelera el pulso, no exagero), si no de mi propia idea de cómo son, gigantes, y monstruosos.
Empiezo como empiezo todos los dibujos: círculos delicados, encadenados, líneas que los vinculan, primero suaves, después más fuertes, y más opacas. Apago luces, subo sombras. Voy y vengo, con la idea de hacerlas más feas, más horribles, más repugnantes. Y terminan pareciéndose a peluches gigantes y fálicos.


Y quise escribir algo sobre la Gran Oruga Rosa, y salió una semblanza en primera persona. De una oruga que come y no crece, se queda oruga. Me cansa un poco no saber por qué, habiendo consumido medio bosque, no crece; pero más me cansa pensar que no pude escribir algo de la nube que tenía en la cabeza. Salió cualquier cosa. Pero al menos acá lo explico un poco.

Oruga

Consumo.
Me lleno la boca de pedazos de hojas, verdes, níveas, amarillas. No importa. Me las como todas. Las digiero, tengo un buen intestino preparado para la degradación y absorción de celulosa (otras dirán que tienen buen culo)
Mis pies van y vienen por el haz fólico, subiendo y bajando; mis uñas perforan la corteza y mis dientes roen sin cesar las variaciones vegetales.
Consumo.
Gigante, me he comido un roble entero, tres abedules y un fresno. Un ceibo, un manzano y dos ciruelos. Nada me satisface, y sólo quiero consumir.
Mi cuerpo enorme repta por las hojas, muerto de hambre, no paro.


¿Me saciaré?


Consumo.
Soy una oruga gigante. Llena de arrugas.


Nunca seré mariposa.

ratas, gatos y perros.

Amo quedarme sola a la noche, en silencio. Todos en sus camas, la estufa prendida, la pava en el fuego. Pispear fantasmas de reojo, y mirarles la ropa interior.
Es triste, lindo, y feo a la vez.
Es trillado, sí, pero no me importa.
Me gusta mirar fantasmas, para sentirles el gustito a rancio.

domingo, 1 de julio de 2012

Monstruo Toronja

Se cortó la luz. Los chicos duermen, los fantasmas se hacen caros de ver, y el insomnio se aparece, viene a tomar mate con el aburrimiento, que, como siempre, no tiene nada que decir. Tengo una vela, un juego de lapiceras de esas de colores maricones, papel de almacén y la mente en blanco.
Se suceden curvas, planos pequeños, líneas atrás y adelante. Puntos, bordes, gestos. En el medio, me preparo un par de cafés, y sigo, enfermiza, los trazos. 

La mano va y viene, incierta, sutil, espasmódica, y entonces aparece él, fruto de semanas de abulia y mal amor, hijo del aburrimiento y la apatía, absorbiendo lo poco que me quedaba de libido (o tal vez viene a rescatarme de esta carencia, quién sabe). Aparece, el Monstruo Toronja. Un nuevo animal de mi mitología especial.

De repente, volvió la luz, y lo vi.

Lo vi, y me asusté profundamente.

Me asusté porque nunca pensé que semejante criatura viviera en mi cabeza y en mis manos, y también me asusté porque me gustó su aspecto.
Cuatro patas indefinidas, dos cabezas de inequívoca definición, una gran boca siempre hambrienta. Dueño de una personalidad bipolar (un poco como la mía), puede ser feliz o terriblemente furioso, en ambos casos es de temer. 
El Monstruo Toronja incita, devora, a los incautos.

Si, me asusté mucho. 



sábado, 19 de mayo de 2012

Grial y Carpa

¿Qué es la felicidad? Por qué debe ser un valor irrenunciable, imprescindible, si uno a veces ni siquiera sabe si existe? La felicidad es el Santo Grial de nuestros tiempos. Se la busca por todos los medios posibles, con la fe ciega de que va a aparecer a la vuelta de cualquier esquina, sea lo meandrosa que sea la calle que uno toma para encontrarla, y si bien sabemos que siempre terminamos en el más oscuro callejón sin salida para encontrarla, la gente no para de buscarla. Como cruzados. De hecho, es posible que el Santo Grial exista, y la felicidad absoluta, la prosaica, la mítica de las fotos de los folletos de los Testigos de Jehová, e incluso la más mundana que propone la publicidad sea eso: un mero mito.
Ser gordo, petiso, pobre, hijo de puta, hippie, boludo, malintencionado, codicioso, burgués, solterón, casado metecuerno, mal amigo, idiota, prófugo o drogadicto son valores culturales mal visto. Ser infeliz, por otra parte, es el peor de los pecados. De hecho, infeliz es un insulto bastante frecuente. "Choqué con un infeliz de mierda",  "me despidió el infeliz de mi jefe", "desgraciada infeliz, me robó el novio!" (no te quejes, otra se lo va a aguantar)

Detesto que me pregunten si soy feliz. Lo odio con el alma. Porque la pregunta está llena de matices. ¿De dónde soy feliz? ¿Por qué debería serlo? ¿Vive más la gente feliz? ¿Fifa más y mejor? ¿Lee o escribe mejores libros? ¿Produce mejor arte? (esa seguro que no, ya lo decía Dolina) 

Las personas nunca son una sola, tenemos tantos genes como personalidades podemos tener, ya nos viene de manual incorporada la poción de Jekyl, o de Bruce Banner para los más ñoños (con esta me identifico más, después de la crisis de nervios que tuve hoy durante 12 horas seguidas me siento verde, balbuceante y con la ropa rasgada). ¿Por qué estaría mal que una sola de estas facetas de uno pudiera pasarla más o menos bien en cuanto a estándares felices, y el resto vivir en una neutralidad plana de emociones? ¡No, jamás! ¡En esta cultura de mierda que tenemos si no sos feliz sos un forro, no valés nada, no te quieren cerca porque salpicás tu infelicidad gris y  viscosa! ¿Cómo no vas a ser feliz? ¡Mirá todo lo que tenés! ¡Auto, casa, hijos preciosos, esposa de culo parado, o esposo cachondo y pijudo! ¿Qué más querés?! Eso te vende la publicidad, si uno no tiene nada de eso qué hace?

No, no es victimizarse, para nada. Es aceptar que el estado natural de uno, la velocidad crucero de la vida de uno, es un estado más bien neutral, ni estampado de felicidad constante que te contractura la cara en una sonrisa impermeable, ni la lágrima atroz que no para de derramarse. Al final, le tengo que dar la razón a un antiguo amigo que me decía que si uno se resigna la pasa mejor... (me la pasaba discutiéndole que no, pero ahora le doy la razón, las vueltas de la vida)

Yo no quiero ser feliz. No a rajatabla. Es difícil, arduo, cansador y frustrante. No quiero. Quiero que me dejen transcurrir en mi velocidad crucero. Seré robótica (vuelvo a darle la razón a mi nihilista viejo amigo), seré fría, mental, pero no la paso mal. Estoy cansada de que se me obligue a ser feliz. 

No hay nada más escamoso y viscos que la felicidad. Se resbala naturalmente, como un pez. Vendrá de ahí el mito de la carpa mágica que uno puede encontrar en Japón que te cumple todos los deseos? Lo más lógico sería que uno pida "ser feliz". 

Pero la carpa mágica no existe.

viernes, 20 de abril de 2012

belleza


La belleza duele, duele bajo la piel y tras los ojos cuando abre las alas y empuja, empuja, empuja… el pecho queda pequeño, y se oyen goznes que crujen y costillas que rechinan, los ojos se estiran se estiran, y se dilatan, el cráneo tiembla con los dientes apretados, y da ganas de ponerse a llorar.

Pero uno no llora porque entonces no puede ver nada ni oír nada, y se aguanta el embate de lo bello porque uno quiere seguir mirando, quiere seguir sufriendo.

El cuerpo es cáscara, la belleza es el universo, y cuando ya no aguanta vivir apretada, estalla, y la verdad se derrama entre los restos de lo que uno fue alguna vez, los ojos anegados para siempre de pura belleza…