Dos y dos son cuatro. Hizo la cuenta desentendida. Miró para atrás, y supo entonces, que las semillas que dejase distraída en el camino dieron flor y fruto.
¡Qué lindo ser gata flora!
¡Qué lindo ser génesis!
Orgullosa de su trabajo, la gata flora sonríe animada, y trepa al árbol que creció bajo sus patas. Esperará allí arriba, a una Alicia propia que, tal vez, nunca llegue.
Pero no importa.
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