Había una vez una gata, que decidió empezar terapia.
Le tenía fobia a las orugas, y, ¡oh cruel tragedia! a las pelotas de lana.
Sacó un turno en la obra social y conoció a su terapeuta.
Le cayó bien desde un principio, muchos ajáes y pocos juicios.
Como era huerfanita, la terapeuta lo tenía fácil,
echó la culpa de todo a la guachez de la felina,
y le aconsejó no separarse.
La gata salió medio asustada
(¿sería verdad tanta falacia?)
Se tomó un café por donde pudo,
y se escapó por ahí a jugar al felpudo.
Je je je... Gata... Gata Flora.
ResponderEliminarSepararse o no separarse... Nadie se anima a ver el final de un camino.
Creo que nos pasa a todos en algun momento.
Beso