lunes, 12 de abril de 2010

Derecho

Los abogados son necesarios. Lamentablemente, pero son necesarios. Ser abogado no te convierte en mal tipo, ni mucho menos en mal bicho.
Ser abogado simplemente te convierte en alguien que sabe cómo acomodar un conflicto para que beneficie (o hunda para siempre) a alguien. Son algo así como esos tipos que saben poner panza arriba a un cocodrilo para infundirle confianza y luego, ¡zácate!, hacerlo valijas. Pero no necesariamente son el demonio. De hecho, tengo una gran amiga abogada.
Pero si hay algo mediocre en esta vida, son los estudiantes de derecho. O sea, el final del camino no necesariamente te hace mediocre, pero el camino en sí está tapizado de mediocridad. los estudiante de derecho son mediocres.
Creer que por estudiar algo está garantizado tu éxito financiero, es de una mediocridad absoluta. Además, los estudiantes de derecho creen que pueden intermediar en cualquier conflicto (total, ellos conocen la ley) y que cualquier consecuencia que se dé es exactamente lo que debía ocurrir (no fue el mocoso de derecha quién te asesoró mal, no... fuiste vos que le preguntaste al imberbe que aprobó Derecho Romano con 4)
Pero los peores, sin duda, son los borreguitos de mamá, ex rugbiers de secundaria, que estudian derecho en la universidad donde estudio Historia del Arte. Las camisas blancas y los atacche (ni sé como se escribe) de cuero negro no te hacen proto-abogadillo, menos todavía la indecisión de tu mentón de tener acné o criar barba...